El secreto de la música

Hay muchas razones por las que nos gusta la música. Porque nos recuerda un instante, porque la letra de una canción habla de cómo estamos en ese momento, porque nos levanta el ánimo o nos acompaña en nuestra tristeza, porque nos hace bailar, saltar...en una palabra, porque nos hace SENTIR.

Y a estas alturas del cuento, donde nos cuesta tanto salirnos del camino trazado, algo que nos haga emocionarnos no se puede dejar de lado.

Pero para que esto ocurra, hace falta también algo más, un pequeño detalle que está más en manos del artista que del que escucha. Y eso, es la pasión. Porque para que una música nos haga levantarnos de nuestra silla, mover el pie a ritmo, o nos ponga los pelos de punta, se necesita que esté hecha con pasión.

Me encanta comprar discos. Sí, ya lo sé, es más fácil escucharlo en spotify o buscar el video en you tube, pero tengo la manía de ir a las tiendas, ver las portadas del CD, leer los agradecimientos, saber quién ha tocado el saxo en esa canción o quién lo ha producido, y dejarme llevar por una canción que me haya gustado y comprarme el disco para ver si el resto son tan buenas como la primera. A veces te decepcionas, pero la mayoría de las veces te llevas 10 ó 12 canciones que nunca pondrán por la radio y son un tesoro para ti.

Decía que me encanta comprar discos, pero lo que más disfruto, sin lugar a dudas, es viendo conciertos. Y la principal razón es porqué ahí es donde me doy cuenta si se me ponen los pelos como escarpias o si me han tomado el pelo con un disco muy bonito pero que luego a la hora de tocar en directo, se queda en escuchar una canción tras otra sin más.

Si no hay pasión, no hay música. Por eso, en cada concierto intento darlo todo, para que el que esté frente al escenario, escuchando, se vaya a casa con la sensación de que ha vivido un momento especial, diferente, que he hablado de lo que siente, que por un momento, le he hecho salirse de su rutina para entrar en un mundo de pelos de punta y diversión. No siempre se consigue, es cierto, pero el día que deje de disfrutar con ello, entonces, me dedicaré a las chapas. Eso sí, con pasión, mucha pasión.